domingo, 14 de abril de 2013

Te busco perdida entre sueños



Cuando empecé a pensarla no me imaginaba como iba a ser, pero definitivamente quería que fuera. A eso del término de la mañana me dijeron que sería algo agradable, además que quien me recomendó eso parecía tener la certeza de que no había emprendido nunca tal empresa, y a decir verdad parecía muy confiado de que me agradaría. Salí del sitio donde me encontraba y solo pensaba en cómo sería, cuanta de estatura, sus proporciones a la larga, si se movería con gracia o tal vez algo con algo de sobriedad.
Dos días después empecé a evocar los días en los cuales de niño jugaba con alguien que me evocaba su imagen futura; era muy graciosa, se movía con garbo, y cada extensión de su cuerpo al compas de la música parecía realmente independiente; excelente expresión tenía. Uno se hace imágenes futuras a partir de las imágenes pasadas, ejemplo de eso, un paraíso imaginado, los más veraniegos se imaginas las Bahamas, pero yo la imaginaba como aquella que me acompaño por un momento en la niñez.   
Ahora bien, Salí por varios días a buscarla después de la universidad, después de la clase de sociolingüística a eso de las diez de la mañana. Bajaba a la parte comercial de la ciudad, pues tenía la certeza de que allí encontraría cosas que me ayudarían a formalizar su imagen, pues pasear por el centro de la ciudad de Bucaramanga, que por esos y estos días se encuentra descongestionado, por las redadas policiacas a causa de la recuperación del espacio público, con rareza es una forma amable de encontrarme con cosas que ya esas pasada de moda, como la imagen que tengo en mi mente sobre ella.
Luego conseguí algunos artículos en el mercado detodero, artículos viejos, anticuados, que ella usaba en ese entonces, hace más o menos once años, y con seguridad y sin equivocarme en ese entonces eran pasados de moda, pero no le quitaban nada de simpatía.
Cuando la volví a verla unos días después del viaje a la tienda de nostalgia, supe que debía empezar a hacerme a una idea real de ella, al menos a formalizar mi recuerdo mediante los recursos que tenía, pues no estaba ella, de ella no tenía nada pero tenía todo. Comencé por su vestido, un overol de flores, algo inusual y confuso, pues no tenía la certeza si ese tipo de ropa era masculina o femenina. Sus zapatos curiosos, de color rojo, me costaron  ponérselos al retrato. Aunque nunca uso zapatos así, de color rojo, la excentricidad en los pies siempre la llevó. Su rostro era tierno, como la ternura de un ratón, de los de rueda, no de hámster, no me gusta esos roedores, siento que son unos holgazanes que comen todo el día y siento que se divierten en cautiverio, son miserables, pero el ratón sobrevive y es tierno.

Luego pase a verla bailar, ya era de mañana, a eso de las seis. A las once la presenté al profesor y en sus formas me dijo que ya la conocía, pero no se movía igual que esa que compartió tiempos pasados…

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